Cada día trae sus propias barreras, sus propios desafíos, pero no hay nada más agotador que ver en esos días como como nos hacemos daño entre nosotros mismos.
Estos fueron unos días en los que me he desanimado de mis roles laborales :( , tengo vocación, lo sé, de eso estoy seguro. Pero me desconcierta ver como una persona puede tener el 95 % de virtudes que no llegan a tener peso para superar el 5 % de errores.
¿Quienes somos para juzgar?
¿Por qué no damos oportunidades a quienes decimos que nos fallan?
¿Por qué tiene tanto peso lo poco o mínimo de errores con la gran cantidad de cosas buenas?
Recuerdo cuando llegue por primera vez a dar una "clase" en febrero del año 2001 al instituto nacional INRA JV, la ilusión de aportar y construir personas de bien no me cabía en el corazón. Esto me hizo oír la voz de alerta: "te falta preparación académica sí queres hacer un mejor trabajo con estos chicos", pasaron algunos años para darle auge a éste pensamiento porque la prioridad de ese entonces era devengar lo necesario para el sostenimiento personal, y fue hasta unos años después que empecé a trabajar en esta preparación académica en el área de la pedagogía. Desde entonces he visto desfilar a cientos y cientos de jóvenes y señoritas por mí salón y he tratado de esmerarme en todo, a inyectarles pasión y lucha por lo que desean, por ser personas satisfechas con sus logros. Hasta allí todo va bien.
Pero no logro adaptarme a la relación laboral con los adultos con los de mi gremio, con mis colegas, aclaro, no con todos, me cuesta ver como nos destruimos y nos herimos con palabras, gestos y actitudes.
¿Por qué seremos tan complicados?
Uno de los mejores mentores que he tenido Manuel Villanueva encargado de darnos la asignatura de Estudios Sociales allá por el año de 1,993 en el que entonces era el Instituto Tezulutlán (ahora son las instalaciones del Ministerio de Educación) nos dijo en una clase de 30 minutos, (a él sólo le bastaban 5 minutos para marcarme la mente para entender y comprender muchas cosas), por ello lo menciono con admiración, decía: los guatemaltecos somo comparados a una canasta llena de cangrejos, (haciendo énfasis a los problemas socioculturales de ese momento) cuando vemos que uno de los cangrejitos toma la batuta y sale del grupo, y empieza a ascender para salirse de la canasta, los demás solo ven, sólo son espectadores, pero al momento de llegar a la cima, los demás cangrejos van y lo regresan.
Así nos comportamos muchas veces los en nuestra sociedad, por supuesto le daba más aplicaciones a su anécdota. Pero ahora veo con más claridad este tipo de ejemplos, y aunque los años han pasado me repercute ésta ilustración cuando veo casos como los que he vivido en estos días.
Como nos hace falta evidenciar humildad, generosidad, amor, dominio propio en nuestro que hacer.
Y que responsabilidad para todos los que hemos tenido la oportunidad de obtener algún título de no sólo tenerlo colgado adornando la sala de nuestra casa, sino de evidenciar como seres educados el respeto a los diferentes criterios.
Lo más saludable creo, es seguir con esa pasión con la que empecé y sino, creo que me hará bien cambiar de ambiente, mientras tanto a seguir adelante, con un buen café.